El 0,3% de los residentes en España de 18 a 75 años se puede considerar en niveles de juego problemático. Es una tasa de las más bajas de Europa Occidental, similar a las de Nueva Zelanda o Canadá e inferior a Estados Unidos, Australia y los países asiáticoEl 0,3% de los residentes en España de 18 a 75 años se puede considerar en niveles de juego problemático. Es una tasa de las más bajas de Europa Occidental, similar a las de Nueva Zelanda o Canadá e inferior a Estados Unidos, Australia y los países asiáticos. Desde 1990, se ha reducido y se ha transformado. De incidir en personas de clases medias y bajas de edades intermedias atraídas por las tragamonedas, está pasando a jóvenes que juegan online. Como en todo el mundo, afecta sobre todo a los hombres. La población implicada es tan reducida que no se puede hablar de sectores proclives al juego problemático, sino de individuos en los que surge el problema. En España no hay un problema social de juego problemático, hay problemas individuales que requieren políticas públicas muy precisas y mantener prácticas de juego responsable en las empresas.[+][-]
The 0.3% of the Spanish population aged 18 to 75
can be considered to engage in problematic levels of
gambling. This is one of the lowest gambling rates
in western Europe. Since 1990, Spain’s gambling
rate has fallen and undergone a drastic transformation.The 0.3% of the Spanish population aged 18 to 75
can be considered to engage in problematic levels of
gambling. This is one of the lowest gambling rates
in western Europe. Since 1990, Spain’s gambling
rate has fallen and undergone a drastic transformation.
From being a mainly middle- or working-class
problem among the middle-aged, gambling has
shifted to young people engaging in online gaming.
As is the case worldwide, it is a problem that chiefly
affects men. Gambling affects such a small proportion
of the population that it is difficult to identify
sectors of the population prone to problematic gambling;
rather, it is a problem that emerges in certain
individuals. Spain does not have a social problem in
gambling; there are, however, individual problems
requiring very specific public policies, as well as a
need for businesses to uphold responsible gambling
practices.[+][-]